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Enterprise
La lluvia se estaba convirtiendo en nevisca y un viento gélido atravesaba los huesos. Me metì en el auto y en pocos minutos llegué al centro. Primero me gustaba cuando habìa tanta gente, después ya me daba fastidio. Entré en la librerìa, tomé los libros que querìa, los pagué y me volvì a casa. Me acomodé en el sofà, aquél que tiene el apoya piés, encendì la televisiòn, asì, tanto como para hacer un poco de luz y sonido y de mirar solo en el caso hubiese un noticiero, y abrì el libro. Fué en aquél instante que alguien me tocò en un hombro. Me doy vuelta de golpe, y meto en mira.
“Como....es verdaderamente....Usted?”
“Yo soy el Capitàn Kirk.”
“En efecto, lo reconocì en seguida....”
“Por favor, dame del vos...podemos tutearnos.”
“Y...es muy lindo su...su uniforme rojo.....”
“Escucha, no puedo perder mucho tiempo. Hay una coincidencia astral punto cinco que no podemos perder. Prende tu chaqueta y vamos. El Enterprise nos espera.”
“El Enterprise?!? Pero yo....no soy adestrado, sé poquìsimo de computadoras, solo escribir y hacer el solitario con las cartas...”
“Tranquilo. A bordo hay lugar hasta para los imbecìles.”
Después de haberme vuelto a vestir, estaba yendo hacia la puerta, cuando el Capitàn me parò.
“Aquì, por favor. Al centro de la habitaciòn.”
“Ah, yà, el rayo transportador!”
Una fracciòn de segundos y éramos a bordo. Encontré lugar en una no comodisima butaca y la astronave se lanzò a una velocidad mucho mayor a aquella de la luz, verso el espacio. Desde la ventanilla veìa pasar los conocidos y usuales planetas, la luna, Marte, los asteroides, y después de un cierto tiempo, Jùpiter.En tanto un pensamiento me tormentaba.
¡Caramba!, me decìa a mì mismo, no he cerrado el gas. Y a continuaciòn me retornaba a la mente que tendrìa que haber llamado por telefono a todas aquellas señoritas y señoras que no me llamaban jamàs pero que yo me obstinaba a buscar. Y..tendrìa que haber pasado por el taller del mecànico para preguntarle si ya me habìa terminado el auto, porque eran de las semanas que la estaban arreglando y me habrìan pasado una cuenta catastròfica para mis flacas finanzas, después que habia gastado tanto en taxis. Y no hablar de aquellos impuestos que con seguridad me habrìan hecho andar en verde y el calefòn que tengo que cambiarlo y la màquina del fax que funciona mal. El airecito delicado de la Enterprise, estudiada expresamente para asemejar como composiciòn a el aire de la montaña, terminò por hacerme dormir. Cuando me desperté, muchas horas màs tarde, estabamos aterrando. Me dì cuenta al momento que era la Isla Misteriosa.
Apenas descendì me viene al encuentro sonriendo, el Capitàn Nemo, con su densa y negra barba. Debo decir que era simpàtico. Conocìa ya el Capitàn Kirk. Fuimos todos a almorzar al Nautilus. Mientras deleitàbamos nuestros paladares con pescados de varias especies cocinados en manera impecable, veìa màs allà del grande oblò, correr antes mis ojos las profundidades marinas, después de todo, sìmiles a aquellas terrestres, pero de todos modos absolutamente extraordinarias.
“Por causualidad”, osè decir, “han encontrado, en alguna parte en el espacio, el monolito del film “2001,Odisea en el espacio”?
Kirk y Nemo se miraron divertidos. “Eso no es nada” dijo Kirk. Y Nemo, ofreciéndome un exquisito liquado de algas dulces, hizo una seña a un marinero de su equipaje y se sintiò que el Nautilus prontamente viraba. Media hora màs tarde, metidos en los escafandros, llegavamos junto a una excavaciòn en el fondal marino, al centro del cual se divisaba un increìble monolito, oscuro, lùcido, alisadìsimo, misterioso. Era propio el monolito de “2001, Odisea en el espacio”.
Gianni Nigro - Traducido por Juanita Trinidad